Etiqueta de proyecto: <span>Catálogos</span>

Eologicamente

Hay que colaborar con el aire, y aún eso sabiendo que el aire es inconstante, vehículo de quejas, esperanza de cambios,  ilusión de velas marineras, caricias de rostros,  transporte de mentiras, bufido de dioses,… inspiración de artistas.

Quien conoce a Debón, puede conocer, en consecuencia y con bastante acierto, el alma de su obra. Quien conoce la obra de Debón instruye a un autor, a un artista, que une a su magisterio, una necesidad investigadora, una responsabilidad con la Naturaleza y su futuro, y una lectura poética de la misma. Siempre ha sido así. Y seguramente así será siempre.

Sin embargo en esta exposición ecológica, Debón agiganta su sensibilidad de artista, tanto, tanto, que no es un trueque histórico, él se transforma en un gigante, que concibe y anima al modesto y débil molino de viento (aereólico generador en este caso). Todo lo pone a sus pies: paisaje, ecología, energía, naturaleza, luces, colores… todo sensible, grácil, bello. ¡Maestro!

Justo Nieto Nieto, Rector de la Universidad Politécnica de Valencia

Tránsito sin barreras

EL INCANSABLE BUSCADOR DE IMÁGENES

A menudo -atrapados por los efectivos juegos refenrenciales- concedemos carácter prioritario a las comprometidas relaciones que interpretativamente pueden establecerse entre la imagen y la realidad circundante, mientras solemos dejar, un tanto silenciosamente, como entre paréntesis, la realidad constructiva que comportan las imágenes, en su autónoma existencia. Es decir, que estaríamos, por lo general , mucho más dispuestos a aceptar que retóricamente construimos las imágenes y no tanto a reconocer que también somos nosotros quienes, de hecho, construimos la propia noción y el perfil de la inquietante realidad que nos cobija.

Sin duda alguna -por la inversión consciente de ese mismo motivo- personalmente me he sentido, desde la perspectiva estética, siempre bastante más atraído por las complejas relaciones existentes entre el pensamiento y las imágenes que por la inmediata validación referencial de ambos dominios, en su respectiva proyección sobre el
entorno (pensamiento/realidad, imágenes/realidad).

En tal sentido, he de confesar sinceramente que mi interés por la particular trayectoria artística del profesor Antonio Debón (Benetusser, Valencia, 1953) -como perteneciente a aquella amplia generación de pintores, que irrumpió en el diversificado panorama artístico valenciano de principios de la década de los ochenta- se acentúa, de manera muy especial, al centrar mi atención en las pautas reguladoras de la interna construcción de sus imágenes, es decir cuando intento acercarme, analíticamente, al concreto repertorio de sus estrategias técnicas, de sus recursos materiales y de sus diversificados procedimientos, en cuanto que vehículos físicos, capaces, en su interlocución, de posibilitar eficazmente la ilustración visual de su pensamiento.

Reconozco, pues , que me inclino -sin traer a colación, aquí y ahora, otras matizaciones complementarias- a favor de la actividad plástica de Antonio Debón como incansable buscador/constructor de imágenes. Opción ésta que precisamente le exige, asimismo, una constante actitud de indagación experimental, de impenitente puesta a
punto y adecuación efectiva entre los medios expresivos, las estructuras compositivas y las apelaciones retóricas que, en cada caso, su controlado leguaje pictórico desea potenciar.

Es así como se mueve y elabora su quehacer artístico, deambulando entre las exigencias de la interna autonomía constructiva de la obra y las, por otra parte, irrenunciables apelaciones a la diversificada funcionalidad del arte. No en vano -como bien reconocía y nos recordaba el viejo John Dewey- el arte es siempre, por fortuna, mucho más que mero arte.

¿No es acaso estrictamente viable reconocer esa vocación de tránsito entre el pensamiento y la imagen, que se lleva a cabo en el proceso de construcción de cada obra, y la correspondiente opción simétrica , que luego se activa, de manera paralela, en el persuasivo engranaje de la lectura, es decir en el contrapunto establecido entre
la imagen y el pensamiento, en plena experiencia estética?

En ese doble juego de traducciones, desarrolladas entre ámbitos tan diferentes como complementarios (del pensamiento a la imagen y de la imagen al pensamiento) es donde se justifican precisamente las relevantes emergencias de los valores vitales junto a los valores estrictamente pictóricos, allí donde, a fin de cuentas, la requerida funcionalidad puede mantener su respectivo y legitimante diálogo con la irrenunciable
autonomía .

Quizás por esa misma y justificada causa, el lenguaje pictórico de Antonio Debón nunca ha perdido una cierta impronta de marcado alcance ilustrativo -tanto en su agilidad y creciente simplificación compositiva como en la presencia de resolutivas huellas de carácter gráfico- sino que, de una u otra forma, más bien la ha potenciado sistemáticamente, en la conformación del conjunto de sus series . Por ello, desde una óptica estrictamente estética, podemos decir que poco han importado -en sí mismosla concreta anécdota referencial o incluso la puntual sugerencia simbólica que hayan podido facilitar, alternativamente, motivo y título a sus diferentes propuestas plásticas, aunque, de hecho, estructuralmente formasen parte irrenunciable de su persistente inquietud comunicativa, transformándose, de posible referencia denotativa, en contenido asimilado por su propio pensamiento y, de éste, en activo significado, inseparable paralelamente de su experimentada construcción artística .

No en vano, hay que reconocer que sus personales preocupaciones frente a la naturaleza, ante la historia o en conexión con acuciantes y extremas relaciones humanas se han podido convertir en un estricto y sostenido reto de cara al abanico de sus concretas formulaciones plásticas, siempre desde su consciente compromiso vital y
desde sus legítimas raíces éticas.

Es, pues, el sujeto quien funciona, en última instancia, como puente y asegura, desde sí mismo, los inseparables vínculos que cabe establecer entre realidad, pensamiento y lenguaje visuales. Es el sujeto el que activamente selecciona, elabora y construye, a partir de todo un complejo horizonte de condicionamientos previos y tradiciones compartidas.

El profesor Antonio Debón selecciona y construye sus emblemáticas imágenes, trabajando en series específicas. Es así como un personaje, un vaso de agua, una fruta, una esfera terrestre, una llave, una sugerencia animal o un fragmento de paisaje pueden transformarse en el verdadero punctum saltans, vertebrador de toda una secuencia de articuladas propuestas plásticas. Articuladas efectivamente, en la medida en que la propia imagen, en su interna narratividad, resuelve el motivo figurado en juego de estrictos elementos visuales, donde predominan los planos y los contrastes y donde el espacio pictórico se impone sobre cualquier insinuación referencialmente descriptiva .

De hecho, siempre he pensado que Antonio Debón ha elaborado su propio lenguaje pictórico directamente condicionado por las estratégias de los códigos gráficos vigentes. De este modo, la obra gráfica, con su inmediato potencial comunicativo, ha sabido enriquecer, a ultranza, y dar unidad a las subsiguientes claves pictóricas. Ya lo hemos insinuado con anterioridad: la cadena de imágenes -en su autonomía compositiva- «funciona» como un eficaz repertorio de ilustraciones visuales, intencionadamente decantadas hacia un texto quizás no escrito, pero sin duda alguna vivenciado directamente en el pensamiento visual de aquellos sujetos, que comparten un mismo contexto de problemas y de responsabilidades existenciales.

En ese particular y sugerente marco retórico, en el que imagen y texto/pensamiento se dan virtualmente la mano, es donde -a mi entender- se resuelve el auténtico nudo gordiano del quehacer pictórico de Antonio Debón. En ese sentido, los entramados de fibra de vidrio y el recurso a los acrílicos, a la serigrafía o al collage responden, en su conjunto, a unos mismos parámetros de estudiada estructuración gráfica. A fin de cuentas, las imágenes se nos presentan, potencialmente, como otras tantas ilustraciones autoconscientes de la narratividad del propio pensamiento. Tal sería, escuetamente formulado, uno de los principios explicativos de la sostenida investigación llevada a cabo por el profesor Antonio Debón.


Román de la Calle
Universidad de Valencia
Estudio General

Entremilenios

REFLEXIONES Y PREGUNTAS

Según vamos navegando por la contemplación de los quehaceres ajenos, pronto nos convencemos, cada vez con mayor seguridad, de que es preciso abordar humildemente sus propuestas, sobre todo cuando plantean formulaciones visuales de su propia interioridad. Entonces, resulta obligatorio rechazar cualquier tentación judicial, máxime cuando los ritmos se aceleran por la multiplicidad de las ofertas. Damos por sentado que los eventos como el Tercer Milenio han de aportar, necesariamente, constantes y apresuradas novedades. Así, cuando un pintor reflexiona mediante imágenes, termina formulando búsquedas que nos lanzan hacia los precipicios del espacio y el tiempo.

Si se entremezclan fantasías y realidades , digiérase que transgredimos normas, instalándonos en el territorio de la ambigüedad y la indefinición. Es preciso marginarse, justamente porque los convencionalismos predominantes provocan ejercicios heterodoxos de modo que, paradójicamente, hay que vulnerar incluso los más secretos reductos del inconformismo. La imaginación propicia invenciones formales, repertorios inesperados que dan a lo inventado su dimensión poética y su riqueza

En este territorio ilimitado, Debón plantea sus quehaceres como «concienciación personal motivada por una actitud crítica y esperanzada «, con lo cual desembocamos en la insegura pesquisa del futuro, pues al atisbar la faz del tiempo descubrimos lo inseguro como único asidero: el único oficio lógico y razonable consiste en merodear precisamente en torno a lo que ignoramos.

Tomamos el reloj, lo contemplamos, lo escuchamos, seguimos por unos instantes la marcha de sus escuálidas saetas, movidas por una maquinaria que soporta, indiferente, nuestra curiosidad. Creyendo reflexionar, nos limitamos a comprobar un movimiento hermético cuyo sentido desconocemos. Tenemos el ahora que se va, trasladando su inconsciente despedida al desván de los recuerdos y los olvidos.

Según nos confiesa el propio Debón , su labor se fundamenta en «reflexiones y preguntas» que se plasman como imágenes, en variantes «artísticas» cualitativamente válidas. Son propuestas para la libertad y la sensibilidad. Son algo para valorar y agradecer porque nos enriquece y eleva.

Vicente Aguilera Cerni

Laberinto de panes y peces

LA NECESIDAD DE PENSAR

Hace algo más de un año tuve la oportunidad de estar algún tiempo en relación directa con uno de los ambientes culturales más desbordantes de los que se puedan encontrar en el mundo, y por otra parte, el más emblemático de lo moderno. Me estoy refiriendo al que se desarrolla en la ciudad de Nueva York. Pues bien, una de las muchas cosas que me llamaron particularmente la atención de la actividad artística neoyorkina, y creo que, por extensión, de la norteamericana en general, fue el sentido de eficacia que muchos de sus artistas plásticos atribuyen a los objetos y obras que realizan. Eficacia que está basada principalmente en la claridad a la hora de transmitir contenidos en sus obras, ya que, en su configuración, sustantivan propuestas y temáticas que en su resolución formal son captadas fácilmente por el espectador, y consecuentemente con ello, tienen la posibilidad y capacidad de apelar a la reflexión.

La percepción del hecho por mi parte, no se situaba tanto en el posible valor instrumental que pueda tener el arte desde un punto de vista de utilidad social para a algunos colectivos artísticos que en ese tiempo me encontré en el Soho, sino, más bien, en el hecho de que parecía que ponían su pensamiento en aquello en lo que hay que pensar, en aquello en lo que se entiende se debe pensar. Cuento lo dicho porque esa sensación hibernó, y despertó ahora viendo el trabajo que Antonio Debón preparaba para esta exposición Estos cuadros no son solo una reflexión sobre algo, que lo son, sino una propuesta que apela a la reflexión sobre algo, que habla de esa necesidad, al tiempo
que la sitúa.

El modo que Debón utiliza para confeccionar sus obras puede verse como «oscilante» entre formulaciones discursivas al estilo americano , y ciertas ideas europeas (quizás las que se originan en las descontextualizaciones de Duchamp). No lo niego , aunque tampoco me interesa detenerme en ello. En todo caso, pienso, que es solo un recurso técnico, pues es ese aspecto de arte directo y frontal, casi basado en las técnicas de comunicación, que tanto se desarrolló al otro lado del Atlántico, lo que creo que le interesa en la medida que le permite una relación sin ambigüedades con el espectador, y en el sentido de eficacia al que me refería al principio. Un recurso cuya literalidad hace que hasta el misterio quede relegado, pues su forma de posibilitar niveles de lectura o variables de interpretación reclaman un esfuerzo a la mente, de tal manera que para alguna de sus composiciones, parece que Debón utiliza una sintaxis extraída de los lenguajes pictográficos, o quizás de algo menos reglado como los jeroglíficos . Aunque, bien es verdad, que en ocasiones se permite jugar con la percepción evitando la visión directa de los signos, tamizados estos por tramas de efectos ópticos de evidente valor plástico, y cuyo resultado, empero, no queda exento de sentido metafórico.

Las imágenes que utiliza tienen una sólida carga cultural. También simbólica: se las puede ver, incluso desde sus connotaciones religiosas (el pan y los peces) y bíblicas (la manzana). Pero aquí no hay enigma, no lo hay por lo menos metafísicamente hablando, pues a ninguna imagen se le puede negar la posibilidad de tener más de un sentido. Debón quiere ser claro en su mensaje porque necesita sentirse asistido por la razón y la certeza. Ya hace años que casi todo lo que surge de sus manos, y se atreve a sacar de su taller, es consecuencia de su pensamiento, y sobre todo, de la necesidad de formularlo a los demás desde una suerte de particular fortaleza cuyo basamento es la sólida formación que, como artista plástico, posee.

En una época en la que todo el mundo está ocupando su tiempo en aplicar todas las energías posibles en hacer, y en la que apenas tenemos tiempo para pensar sobre lo que hacemos, la pintura de Debón parece advertirnos que, incompatibilizar el tiempo de hacer y el tiempo de pensar es lo que acarrea, en la actualidad, la mayor parte de los problemas sociales y ecológicos. Y para ello, no puede ser más palmario en su discurso , porque si bien en algún momento de su evolución, él resolvía una doble articulación icónico-lingüística como estrategia conceptual para redefinir su espacio creativo , ahora, su expresión es más diáfana. Nos muestra su compromiso ideológico y nos invita a fijar nuestra reflexión en el hecho de que estamos provocando accidentes ecológicos muy serios, y aunque las consecuencias de ello pueden llegar a ser de dimensiones incalculables, el hecho es ya insoslayable, y tanto ética como estéticamente deplorable.

Las imágenes que Antonio Debón nos presenta no pretenden tener significado épico, ni arrastrar como las grandes ideas , ni mostrar voluntad revolucionaria alguna. Creo que solo aspiran, y no es poco, a significar un aldabonazo importante a la hora de edificar nuestra conciencia individual con el pensamiento, quizás por el convencimiento de que son los cambios sociales los que influyen sobre el arte, y no al revés. Pero eso no le vencerá, no aminorará su compromiso ni detendrá su insistencia a partir de su propia evolución artística, no afectará a su condición de francotirador al servicio de loables causas. Es su estilo, el estilo un artista-avanzadilla de un movimiento que deberá ser, no ha mucho tiempo, más amplio, pues no creo que los artistas en general puedan mantenerse ajenos a una realidad social que se nos muestra con graves problemas, y no solamente ecológicos. Antonio Debón es uno de los que ya lleva algún tiempo trabajando en esa dirección.


Carlos Plasencia, Diciembre.98

Entre continentes


Debón comenzó su trayectoria como pintor profesional con trabajos de claro corte expresionista abstracto. Espontaneidad y empaste oscuro fueron valores permanentes en los primeros tiempos. Pero tan sólo en tres años, dio un salto evolutivo realmente importante, desvelándose como artista fértil, no conforme sólo con pintar, sino buscando conseguir fuertes efectos visuales que sorprendieran. Reutilizando una imagen en el contexto del más amplio debate lingüístico y abandonando la antigua fascinación por la materia.

La figuración se erige en protagonista a partir de las series «Minamata 1993», «Un rojo diferente 1995» y «Aigües 1996». Descubriendo en estos conjuntos una importante renovación formal respecto a anteriores obras, empleando las técnicas de serigrafía y electrografía e incorporando a las formas tradicionales nuevos materiales compositivos que podemos calificar de originales.

Al mismo tiempo incluyó en su modo de trabajar «el valor prototipo». Prototipos con los que él parece trabajar a voluntad, analizando cada una de esas categorías fijas y variables que inventa. Hombres vestidos con indumentarias extrañas se mueven libremente por el espacio frío y solitario que el artista crea.

Es un artista múltiple, trabaja indistintamente con la figuración o con los efectos geométricos. Pretende ir más lejos de la pura pintura. Con un realismo minucioso, el artista nos describe el paisaje a través de recuerdos.

El pintor valenciano ofrece en sus obras una peculiar forma de entender la acción del hombre destructor y la visión de la naturaleza siempre enigmática. La serie «Un rojo diferente 1995» unida a la originalidad técnica, destaca por su elegancia de formas y por una gran profundidad simbólica, aspectos estos, que difícilmente suele reunir una única obra.

La imagen fotográfica tiene una acusada presencia física en su obra. Juega con la reproducción de determinadas imágenes, con la pintura y con las transparencias y sus efectos. Aportando una peculiaridad óptica creada por él, efecto preceptivo equilibrado y difícil de entender. Aprendiendo de ello, el efecto de las vibraciones lumínicas que algunos materiales aplicados -como la piel sobre la superficie – ejercen sobre la obra. Creaciones de hecho estáticas que parecen moverse, que en esta última exposición abandona.

Aunque pudiera parecer que esta muestra no tiene nada en común con las anteriores, en realidad el artista vuelve a plantear el mismo tema de una forma más amplia; el globo terráqueo como conjunto de actuaciones que ha explicado en sus obras anteriores, el movimiento del sol, de la luna, de las gotas y torrentes de agua. Quizá me equivoque, pero creo que el artista atraviesa en este momento un periodo de transición que indudablemente dará sus frutos como ya aconteciera en otras ocasiones.

El rectángulo y cuadrados y las siluetas que dibuja los continentes, las costas africanas y americanas plantean un diálogo entre el fondo y los círculos. Liberándose en muchas ocasiones de la figuración y de la compresión del tema, tramas lineales que se solapan confluyendo hacia el vacío, hacia donde el artista desea. Plantea una comunicación entre el fondo y las formas, similar en ocasiones al del arte cinético.

Si en etapas anteriores trabajó con las gamas de negros, cremas y granates, Debón después de esta fase de colores opacos y mates, ha creado una serie de cuadros deslumbradamente cromáticos en una sucesión de tonos cálidos y fríos. De ello son nuevos ejemplos sus obras «Mundos de mundos «o» Evolución alternativa», piezas claves de esta exposición, y que podrían abrir nuevos caminos de investigación.

Continúa con esas siluetas planas frecuentes ya en épocas anteriores. Los continentes son transformados en formas amorfas y planas de color, en donde la única sensación de volumen viene dada por el efecto óptico de esa especie de malla, como sucede, por ejemplo en su obra «perspectiva global».

Para finalizar, sólo advertir que Antonio Debón es un pintor de su tiempo, artista que se abre camino entre la neofiguración y el arte cinético, buscando una dirección nueva que no tenga ni nombre, ni seguidores, con una mirada hacia delante. Dentro de ese sentido de individualidad que desde los años ochenta predomina en todas las corrientes artísticas del arte plástico español. Por esto no podemos encuadrarlo dentro de ninguna tendencia artística. Solo queda, como en muchos de estos casos, estudiar cada uno de sus trabajos desde la individualidad con que han sido creados.

Felisa Martínez Andrés
Profesora del Departamento de Historia de Arte de la Universidad de Valencia

Tierra de mundos

ARTE Y ECOLOGÍA

La obra de Antoni Debón siempre tiene antecedentes que no la desligan de sus creaciones anteriores. Si hace un par de años el tema del fuego y los incendios se convertían en texto de sus propuestas plásticas, denunciando la destrucción de la tierra y su naturaleza de manera simplificada, cuando planteaba la serie «aguas» la figuración y los personajes tendían a desaparecer. Hoy esa figuración se ha vuelto sucinta, tan sólo vemos unas manos que ¿desesperadamente? abrazan el mundo, dando a entender que lo que se nos plantea es un problema de todos. Es de esta forma como funde arte y naturaleza de forma indisoluble.

En ocasiones se ha hablado del arte como medio de establecer un cierto equilibrio entre el hombre y su hábitat al reconocerse la necesidad y naturaleza del arte. Ello no significo que el arte pueda ser un sustituto de la vida, pero sí puede establecer un equilibrio entre el hombre y el mundo que le rodea. Tal vez por ello la simbología empleada por Antoni Debón nos habla de la pérdida y el descubrimiento de la realidad siendo el propio tema significado de la expresión plástica y de las diversas interpretaciones que cada uno le pueda dar.

Nos encontramos inmersos dentro de un sistema que a su vez genera sistemas. No cabe duda de que el medio ambiente está compuesto de relaciones y necesidades, de hipótesis a fin de cuentas, lo que representa la erosión de nuestro propio entorno. Pero ¿el medio ambiente es real o es la suma de pequeños fragmentos? Puede ser la metamorfosis de lo imaginario, su globalidad e incluso el detalle. Es por ello que me permito -dentro de la aventura personal- considerar que con la obra de este artista asistimos a una variante del arte conceptual por cuanto pretende el establecimiento del equilibrio entre el ser humano y la naturaleza en la que habita.

Consecuencia de ello es considerar a Antoni Debón como «activista» social, con responsabilidades y conciencia personal respecto a un tema candente: la destrucción de la naturaleza. Su temática circula alrededor del concepto de tierra, de planeta, y considera lo ecológico como algo netamente social y necesario para el mantenimiento de nuestro entorno, tomando en consideración nuestra dependencia y posible incidencia en el mantenimiento futuro de ese mundo al que abrazamos, lleno de mezclas de conceptos e imágenes serigrafiadas, incluyendo el empleo de la electrografía como complemento de la idea matriz. Es un poco lo etéreo, la sombra que se vislumbra, ciertas connotaciones geométricas y la iconografía de los nuevos materiales

Asistimos, en este aspecto, a la fusión de materiales y mensajes donde la parte pictórica, como ya indicaba, no queda olvidada al estar siempre vigente en su obra. Para ello utiliza bandas de fibra de vidrio cual si de tela metálica que crea transparencias en los fondos se tratara, como si ese mundo estuviera cerrado, encerrado en unos fondos suaves, tenues, blanquecinos, que comportan un ambiente neutro en el que destaca la tierra, sus continentes, todo.

Con esta exposición sigue demostrando sus amplios conocimientos pictóricos y su constante «militancia» con la ecología y con un futuro coda vez más cercano. No debemos olvidar que la relación entre arte y naturaleza siempre ha sido una constante a través de los tiempos y que incluso algunas tendencias han tenido su base en la propia naturaleza.


José Garnería

Aigües

Tras un extenso período de tiempo en el que la actividad artística ha estado vinculada a planteamientos excesivamente formalistas, resulta interesante observar cómo a lo largo de los últimos años, están adquiriendo una especial relevancia los discursos que vuelven a plantear el sentido comprometido de la misma.

Sin desear entrar en una polémica que, en el fondo, ha estado latente en el arte de todo este siglo, llama poderosamente la atención que en estos momentos finiseculares vuelva a resurgir un tema que resulta tan vital para el devenir plástico. Desde esta perspectiva, el interés que desde hace tiempo viene suscitando la pintura de Antoni Debón se centra, precisamente, en haber planteado un evidente y dificil equilibrio entre lo que han sido las tendencias y actitudes dominantes dentro del arte contemporáneo .

Si por un lado, su pintura viene destacando por el sentido de un compromiso que podríamos definir como ecológico; por otro, la misma no olvida los valores estrictamente pictóricos. En la rica tensión que se establece entre estos dos hechos es donde Debón asienta el discurso de su práctica artística. La misma, por lo tanto, se apoya en una doble experimentación: la relacionada con el propio trabajo plástico y la vinculada con el cuestionamiento de carácter ético y social.

Como puede sospecharse, lograr que ambas posturas establezcan entre sí un fecundo diálogo no resulta, en modo alguno, nada facil. Es por este motivo por el que siempre me ha llamado la atención la obra de este artista, una obra que deseo pueda ser justamente apreciada por todas aquellas personas que visiten esta exposición.


MARCELA MIRO
Consellera de Cultura, Educación y Ciencia

Fent camí

Cuando a comienzos de la pasada década se produjo la eclosión expresionista que derivó en una reafirmación de la pintura de carácter más vitalista, difícilmente se podía imaginar los derroteros que esta adquiriría tan sólo unos pocos años después. Los nuevos rumbos a los que se precipitó la escultura y, en especial, el carácter más reflexivo que asumió la práctica artística, supusieron la consolidación de unos modelos que a lo largo de los últimos años se han visto, por fortuna, diversificados.

El eclecticismo reinante en la actualidad ha facilitado, no obstante, el que se pueda calibrar con un mayor rigor y precisión algunas trayectorias pictóricas iniciadas y afianzadas durante estos años. Pienso que este es el caso de Antoni Debón ,un artista que, consciente de su trabajo y oficio, ha preferido desarrollar su obra al margen de modas y dictados de toda índole aunque ello no haya significado, en modo alguno, que la misma se haya visto alejada de las preocupaciones estéticas y sociales de la actualidad.

Los resultados -creo que muy apreciables- conseguidos gracias a este posicionamiento se pueden hallar en exposiciones tan determinantes como las presentadas hace unos años en la Sala Edgar Neville de Alfafar o, más recientemente en la Caja Rural de Torrent. No cabe la menor duda de que entre ambas muestras -separadas en el tiempo por unos pocos años y por otras exposiciones celebradas tanto dentro como fuera de nuestro país- existen diferencias y matices. A pesar de estas cuestiones, considero que uno de los aspectos que más destacan en las mismas se halla en el descubrimiento de la constante apuesta que Antoni Debón realiza por la profundización en la evolución de su lenguaje.

Desde aquellos lienzos en los que la vida y el nacimiento eran escritos y metafóricamente tatuados sobre las telas, hasta lo más recientes, en los que el artista plantea la problemática ecológica; el interés por la investigación plástica asume el sentido de una renovadora práctica. Este hecho es el que me hace pensar que la pintura de este artista todavía tiene que depararnos muchas sorpresas. Espero que todos podamos compartirlas.


CONSUELO CISCAR
Directora General de Museos y Bellas Artes

Un rojo diferente

CAMINO DE FUEGO

Antonio Debón tiene una importante andadura de pintor, consolidada y enriquecida no sólo por una línea de experimentación plástica en contínuo devenir sino también por la convicción que alienta y reafirma su propio yo en el quehacer artístico. Ello confiere a su expresión una singular claridad expositiva que revela de modo directo, sin posibles dispersiones, el sentido de su obra y la coherencia de las ideas pictóricas que la promueven.

Esto que decimos, a modo de premisa, nos permitirá comprender mejor que Antonio Debón, como artista, sabe adónde va y lo que quiere; es decir, su camino es un camino que sigue con plena claridad. Y en él se mueve, si no con certidumbres estéticas previas (que las puede tener) sí con la seguridad de saber el problema que se plantea y lo que con ello desea expresar. Sin duda, este aspecto de su identidad, de su propio ser como pintor, constituye un valor de su personalidad artística, cuyo reflejo encontramos en su pintura.

Esta magnífica exposición, en la que ahora nos muestra su última obra, tiene como tema monográfico el «fuego «, los «incendios» como causa destructora. En ella queda manifiesta la preocupación y la denuncia artística de su autor contra el atentado que ello re presenta para el entorno humano y la propia Naturaleza. El extraordinario interés de esta obra radica tanto en su desarrollo plástico, como en el sentido ético-estético que enmarca su contenido dramático.

Partiendo de esquemas básicos de la tradición figurativa, el artista penetra con su personal concepto formal en el ámbito del expresionismo o estructural más denso y concentrado, pero sin gesticulación alguna. La esencia de los personajes que integran o componen cada escena reside en la intensa descripción presencial o activa de los mismos, y en el silente y enigmático ambiente que los envuelve. Aquí se simboliza el espíritu de solidaridad que incondicionalmente los moviliza participativamente en una acción común: la reducción y control de la devastadora fuerza del fuego. Y todo ello nos viene dado en una realidad artísticamente transfigurada, y desde la que nos llega una inquietante voz que nos alerta.

Ante este sobrecogedor tema, el artista se muestra intencionalmente con un sobrio lenguaje pictórico, dominado por los grises, el negro y pequeñas áreas de matiz rojo, a veces con un marcado carácter gráfico, tanto en lo relativo a la técnica serigráfica como a la del collage. Pero su intensa expresión no depende sólo de la inspirada articulación y conjunción formal de estos elementos tonales del lenguaje; se apoya también en el orden compositivo que gobierna su obra , y por el cual las relaciones de figura fondo se objetivan en una estructura abstracta de masas y planos básicos en los que funcional y misteriosamente se integran los componentes figurativos con diferentes criterios de organización formal y simbólica.

En definitiva, se trata de una obra con hondura, en la que se proyecta la conciencia creadora y humana de un artista herido por un drama dado en la realidad misma de nuestro entorno.


Francisco Baños Martos
Catedrático del Dpto. de Dibujo de la Universidad Politécnica de Valencia.
De la Asociación Española de Críticos de Arte.


Minamata

PARA UNA ECOLOGÍA DE LAS IMÁGENES
Antonio Debón. Galería Rita García. Valencia. Marzo 1993.

Inscrito en aquella amplia generación que comenzó intensamente ha desarrollar sus actividades artísticas en el diversificado contexto valenciano de los ochenta, Antonio Debon (Benetusser 1953) ha conseguido paulatinamente afianzar sus personales planteamientos estéticos ya en los inicios de la presente década, tras toda una serie de ajustes que le llevaron, de manera escalonada, a visitar diferentes dicciones y numerosas estrategias pictóricas, previas a la favorable coyuntura presente.

Justamente en la bisagra de ambas décadas, aborda Antonio Debón, en su quehacer artístico, un pausado y solvente ejercicio de concienciación ecológica. Y lo hace, a nuestro modo de ver, desde una doble perspectiva: su pintura puede, sin duda, estar motivada por el siempre perentorio y diversificado tema de las preocupaciones -y responsabilidades- ecológicas, pero también inicia una especie de intensa y bien planificada depuración, en sus mejores propuestas, que nos permite hablar en favor de una muy sugerente y efectiva ecología de las imágenes.

En realidad es esta una cuestión esencial que, como tal, no deja de tener su propio peso: la de comenzar aplicándose a si mismo la saludable e higiénica terapia que convincentemente se auspicia como panacea para el entorno. Y tal autoexigencia ecológica -como oportuna catarsis- no ha dejado de beneficiar ampliamente a sus propio quehacer artístico, como ha podido constatarse en sus ultimas muestras individuales, aun sometidas -un tanto- a programas de zigzagueante experimentación, pero en las que ya se apunta, de forma evidente, un objetivo marcadamente común.

En lo que respecta a su actual exposición en la valencia galería Rita García -conformada en junto por «dibujos», pinturas y la inevitable instalación- quizás merezca la pena hacer incapié en un aspecto que puede ser eficaz y compartidamente didáctico: cuanto mas explícitamente se quiere comunicar el tema ecológico a través de las imágenes, mas decrece (directa y proporcionalmente a tal incremento) el interés estético de algunas de ellas.

Así, ateniéndonos a tal principio, no estamos de acuerdo con quienes han ponderado un tanto desmedidamente -desde la prensa- el recurso a la instalación como autentica «clave de lectura» del conjunto de las obras expuestas por Antonio Debón. De hecho introducir / instalar una especie «de referente» inmediato del deterioro ecológico dentro del espacio expositivo -como subterfugio didáctico de ejemplificación o refuerzo- obedece y reproduce de forma mimética una vieja y manida cantinela que se nos ha vuelto, de tan a la moda, excesiva monótona. Y más aún si tal instalación es un punto trivial, por «ya vista». De ahí que insistamos una vez más -como susurro, que no consejo- en la necesidad de acentuar la ecología dentro del ejercicio artístico en si mismo. Algo que -como decíamos- ya positivamente viene, como pintor, practicando Antonio Debón, pero que debería también aplicar a sus montajes expositivos.

Por supuesto, es innegable que sus planteamientos pictóricos han ganado en efectividad, sobretodo en algunas destacadas propuestas, y felizmente ha conseguido -por lo general- encontrar al fin sus propias pautas lingüísticas: algo que le era ya tan urgente como necesario. Sin embargo difícilmente la función conminatoria -en el marco artístico- puede ir más allá de la función autoreferencial de la pintura, sin alterar en exceso su estatuto estético.

Tiene Antonio Debón a su favor, como es sabido, un buen domino del medio y de los recursos plásticos, y ahora se halla ecológicamente motivado, lo cual -ademas de saludable en múltiples sentidos- es también sugerentemente positivo al aplicarse directamente al quehacer artístico. Y en ello confiamos, dada la considerable cualificación de sus recientes eslabones expositivos, en este inicio de los noventa. Una década que, sin duda, va a representar un gozne clave en su trayectoria personal. Ese es su reto.

Román de la Calle