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UN MANIFIESTO ECOLOGICO FINISECULAR

(Imagen – síntesis de una realidad cotidiana, mediante una estética calculada, de atmósfera solemne y singular iconografía, que se expresa como provocación sutil, silenciosa y profunda.) .

La pintura de Antonio Debón, la de ahora mismo, se me presenta como una provocación sutil, silenciosa y profunda. La primera impresión es buena: tiene la eficacia de atraer la mirada del espectador, por su estética calculada, su atmósfera solemne, su singularidad iconográfica . Captada la vista, centrada la atención, el cuadro va descubriendo su mundo íntimo, oculto en su interior. La relevación es el resorte que pone en funcionamiento la capacidad de pensar del contemplador. A partir de ahí, surge la lectura personalizada.

UNO
Parece ser que los tiempos finiseculares resultan propicios para el desarrollo de reflexiones extremas, para el clamor de afirmaciones rotundas y trascendentes, con las que frecuentemente los falsos profetas consiguen inquietar las vidas tranquilas de la mayoría de los ciudadanos, en provecho de sus particulares intereses. No obstante, entre todo este estruendo vocinglero, puede existir alguna voz lúcida y desinteresada que nos advierte de peligros evidentes . Distinguir estas voces de entre tanto alarido no es tarea fácil y, sin embargo, conviene intentarla.

Uno de los más sensatos gritos de alarma se emite con insistencia es quizá el que advierte del precario futuro de nuestro planeta. Antonio Debón ha captado la onda y está sabiendo dotar a sus cuadros del mensaje en defensa de la naturaleza. Su pintura trata de comunicar el entusiasmo por la vida (la palabra lífe aparece repetidamente en sus lienzos). Es una actitud de afirmación, como lo es el concepto «naturaleza» o la noción «nacimiento» (born escribe el pintor, como en un intento por expresarse en el más internacional de los idiomas, para que su llamada llegue lo más ampliamente posible), en contraposición con la idea de la muerte.

DOS
La obra de Antonio Debón se nos ofrece así como una suerte de manifiesto finisecular, que merece ser escuchado. Pero la suya no es voz de expresión fónica. La suya es una llamada fundamentalmente visual. Y para que no se olvide lo recuerda escribiendo también en sus lienzos el vocablo sajón see. Más que una evocación es una mezcla de ruego y mandado: «¡Mira!».

Mirar, ver la pintura de Antonio Debón, su particular metáfora cósmica que se hace universal interpretación de todo un mundo vital, lleno de vida, que se nos escapa de las manos, día a día, «por el irreflexivo culto al progreso», como denunció Octavio Paz recientemente en Estocolmo. Mirar, ver la pintura de Antonio Debón como imagen síntesis de una realidad cotidiana, de una ideología especial que procura no derrumbarse junto al general crepúsculo de sus homólogas. Mirar, ver la pintura de Antonio Debón como pintura y sólo pintura.

TRES
Pintura compleja la de Antonio Debón por cuanto que aglutina vocabularios diversos para la consecución de un lenguaje personal e intransferible. Un lenguaje que nos llega con cierta facilidad, pero que resulta complicado en su propia elaboración. De este modo, en un mismo cuadro de Antonio Debón cabe encontrar acentos conceptuales, reminiscencias del minimalismo y del povera, etcétera; en el mismo cuadro de Antonio Debón se puede descubrir una conjugación de la emoción y de la razón, elementos expresionistas (herencia de su anterior etapa) y elementos de ordenada construcción, como si deseara dejar constancia de su íntegra naturaleza: hombre- instinto y hombre-reflexivo; pintura espontánea y ordenada a un mismo tiempo, en un mismo espacio.

Hay, pues, también en la obra de Antonio Debón una clara voluntad por expresarse con naturalidad, lo que de alguna manera respalda su mensaje, honesta y coherentemente. Una naturalidad que, a su vez, constata la vocación por afirmar su individualidad, la mejor garantía del carácter original de una obra artística. Y en esa individualidad, el registro de lo diferencial, un apetito de rebeldía que se traduce, entre otros aspectos, en esa suerte de transgresión del formato habitual del cuadro.

Nos hallamos, en consecuencia, ante una actitud evidentemente artística, de afirmación de una personalidad creadora que, mezclada en el vocerío finisecular, todavía no ha sido advertida, pero que merece ser considerada por su positiva postura, la cual cuenta con el mérito inapreciado de manifestarse contra corriente.

Valencia, últimos días de 1990
RAFAEL PRATS RIVELLES